Resumen:
A la llegada de los españoles, el otomí se hablaba en un extenso territorio de México central y era una de las lenguas con mayor número de hablantes. Los misioneros españoles concentraron sus primeros esfuerzos en el estudio del náhuatl, la lengua de los aztecas, que en ese entonces dominaban políticamente. El otomí, sin embargo, resultaba importante aunque sus hablantes hubieran ya perdido su poder y su prestigio, porque eran de todas maneras un grupo mayoritario.
La lengua fue estudiada y documentada durante los siglos xvi y xvii, pero muchos trabajos de los frailes no vieron la luz sino hasta siglos después, debido a la dificultad de imprimir los caracteres especiales que se utilizaban. Las principales obras sobre el otomí ya publicadas para principios del siglo xx constituyeron las fuentes para la elaboración de este diccionario que Ecker recopiló entre 1936 y 1938 con la intención de preparar un diccionario etimológico por encargo del entonces director del Instituto de Investigaciones Lingüísticas, Mariano Silva y Aceves, quien falleció antes de verlo publicado.
En esta obra de Ecker se halla la retranscripción de todos los datos existentes hasta mediados del siglo xx utilizando una sola ortografía fonémica; el análisis morfológico de las entradas por medio de guiones o espacios; entradas organizadas según la forma básica de la raíz, así como copiosos ejemplos y explicaciones gramaticales.